Réquiem por Star Wars (Con Spoiler)
Mel Brooks se está frotando las manos. El que fuera director de la mítica parodia de la saga Star Wars, «La Loca Historia de las Galaxias» (Spaceballs 1987), y al que este renacimiento de la franquicia, ya le ha hecho plantearse una segunda parte de su obra, tiene motivos, argumentos y material suficiente para hacer hasta una trilogía nueva con esta octava entrega de La Guerra de las Galaxias: «Episodio VIII – Los últimos Jedi«.
Eso sí. Igual descarta hacerla. Porque esta película, por sí misma, es una parodia y un insulto a todos los fans. Mel Brooks podría ganar más dinero denunciándola por plagio.
El despropósito de esta película comienza desde los primeros minutos. Una primera escena donde el guion sitúa a un «Han Solo» de baratillo, delante de la nave principal de las tropas imperiales con el General Principal al mando, e intenta que le pasen con otro al más puro estilo «Gila» hace difícil entrar y creérsela a las primeras de cambio.
Pasado ese momento incómodo para todo fan, y con la «Esperanza» todavía intacta, teniendo en cuenta que quedan aún más de dos horas para enderezar la pifia inicial, la historia continúa con escenas mal acabadas, saltos de tramas mareantes, y una banalización brutal de los cimientos de una franquicia, que a los fans, unos más y otros menos, que nos hemos criado viendo estas películas nos choca de manera insultante.
A esta comedia sólo le faltan las risas enlatadas. Porque no es capaz de sacar apenas alguna de la sala de cine. Casi toda llena de niños de cuarenta años, nostálgicos y con ganas de volver a revivir lo que Luke Skywalker, Han Solo, Princesa Leia y Darth Vader, sobretodo Vader, nos hicieron sentir frente a una pantalla de cine o televisión.
Nota mental: Ir con mis hijos a ver toda película que tenga detrás el sello Disney.
Y el culpable de todo, con triste seguridad, es Disney. Ya colocó sus garras en las películas Marvel, haciéndolas para todos los públicos, y ahora le ha tocado el turno a Star Wars.
Mucho de las sensaciones que te deja una película, nada más verla, es culpa de tus expectativas previas. De lo que esperas ver en el cine. Todo lo que no sea lo que esperas te acaba chocando.
Episodio VII abrió las puertas de esta nueva trilogía presentando de manera acertada a los nuevos personajes e hilando unas incógnitas y unas tramas interesantes que te daban ganas de ver más. Incluso un final maravilloso con Luke Skywalker recibiendo de Rey su espada láser. Un momento épico que esperábamos ver en la gran pantalla con ansias.
Un nuevo e inquietante Líder Supremo Snoke, cuyo aspecto ya oculta una interesante historia sobre quién es, cómo llegó a liderar el Lado Oscuro, y al que Rey, Leia y Luke deben enfrentarse.
Una nueva protagonista de pasado incierto que parece tener más poder incluso que el propio Skywalker antes de saberse descendiente de un Jedi, y un nuevo mini Darth Vader, al que se le dota de una nueva armadura y casco, pero que resulta ser una copia mala e inexperta.
Unas bases bien cimentadas, planeadas por JJ. Abrahams, para intentar construir una nueva trilogía, con el handicap importante de no poder contar con el verdadero protagonista de las dos trilogías previas: Darth Vader. (Acertadísima por cierto, Rogue One, película que sí homenajea a la saga).
Todo esto se va al traste en Episodio VIII.
El momentazo de la entrega del sable láser se liquida con un gag humorístico donde Luke tira el sable directamente. El interés y la magnitud del personaje de Snoke, se difumina presentándolo a las primeras de cambio, en bata, a lo Hugh Hefner, rodeado de soldados escarlata con actitud y gestos de combate Ninja que reaccionan de manera ridícula y coreografiada a los acontecimientos que contemplan. No hace falta incidir que su muerte, también ridículamente «sencilla», a manos de un Kylo Ren (un personaje con una cara que bien vendría que se tapara con el casco y que no sabe ni lo que quiere (rozando la bipolaridad), y que, para más INRI, la guasa de los guionistas, bautizó como «Ben», apellidándose «Solo» (Ven solo… dejándonos otra perla como la de Artudito (R2D2) para los del chiste fácil), deja a la figura de Snoke en el olvido y pasan página sin decirnos absolutamente nada de lo que queremos saber.
Un Finn que aparece por primera vez en escena con un traje semitransparente soltando agua por la nave. Un Luke que bromea con una ramita a Rey cuando está, supuestamente, dándole sus primeras instrucciones sobre la Fuerza, y el que podemos ver, al mostrarnos su vida en la isla, apartado de la Luz y renunciando a la Fuerza, acude a ordeñar a un muñeco gigante con cuatro pechos para meter su leche verde en una «botella de plástico transparente con tapón de rosca» que se apresura a beber rápidamente manchándose la barba como un borracho.
Y así suma y sigue. Chistes mal colocados en momentos que podrían haber sido maravillosos y que seguramente lo eran en nuestras mentes antes de ver esta película. Podríamos seguir exponiéndo todos los momentazos que ridiculizan y avergüenzan la saga completa, pero vamos a dejar este material para que lo desarrollaremos en el nuestro próximo PODCAST, porque es demasiado.
En resumen, un despropósito, una verguenza y un insulto a la saga Star Wars, que no deja tramas, interés, ni «Esperanza» (por mucho que los personajes se esfuercen en decir lo contrario) de que esta franquicia siga viva, más allá de la próxima película.
Al menos para los millones de niños cuarentones que, de seguro, se han pasado al lado oscuro de los haters con este episodio maldito.
